HUGO PRATT
Corto Maltés. Las Helvéticas
Una estancia tranquila en Suiza puede abrir la puerta a una sorprendente percepción del mito y la imaginación. Los mitos de Parsifal y el Santo Grial, las andanzas de Hermann Hesse y la tradición alquímica de Europa Central construyen el viaje de Corto Maltés, en un recorrido que comienza en las páginas de un antiguo poema.
“A menudo me ocurre que olvido la primera palabra cuando llego a la última de la misma línea. El sueño es un gran ladrón.”
Suiza, 1924. Corto ha aceptado la invitación de su amigo Steiner para acudir a una reunión de alquimistas, a pesar de que todavía anda perdido en sus lecturas de iniciación. Tras sumirse en un extraño sueño, deberá afrontar una aventura, a medio camino entre la danza macabra y la prueba diabólica, que lo impele a descubrir la fuente de la vida eterna: el Santo Grial.
«[Es] este país en el que se dan cita tantas cosas ocultas: alquimia, magia, astrología, leyenda… Además de las tradiciones religiosas y… las esotéricas».
En estos términos Jeremiah Steiner habla de Suiza y sus aldeas secretas a su amigo cuando se dirigen al Tesino para reunirse con el gran escritor Hermann Hesse. Hay quien dice que Las Helvéticas es una historia excesivamente literaria. Quizá sea así, pero no cabe duda de que entre tanta erudición, fantasía, misterio y onirismo, Corto vive una de sus más extrañas aventuras.
El escritor Herman Hesse, a quien Corto Maltés conoce en Montagnola en 1924, es un personaje vinculado directamente al contenido del relato con su novela El último verano de Klingsor. Otra figura real es Tamara Lempicka, pintora de gran talento y famosa, además de por sus retratos, por su belleza. Actúan como comparsas el consabido Rasputín y el amigo profesor Steiner.